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El cúmulo de actuaciones que se desprenden de la arquitectura, tocan diversas fronteras

 

No es de suponer que los estudiosos y los mismos actores de la arquitectura y en general de la construcción, desestimen que cada actuación o intervención arquitectónica o urbanística, implica necesariamente tocar distintas dimensiones en las que simultáneamente ocurren afectaciones positivas y negativas para un ecosistema universal, en el que dinámicamente interactúan no pocos subsistemas condicionados por diversos factores que hipotéticamente deberían asegurar la homeostasis del sistema en general.

Esos subsistemas en el ámbito de la arquitectura pueden manifestarse como unas fronteras simbólicas con límites invisibles o barreras que separan o dividen, pero que también congregan, aíslan o contiene, surgiendo la parábola de que la arquitectura es al espacio como la sociedad es al territorio. Y entonces puede sugerirse que la arquitectura se manifiesta en varias fronteras que simultáneamente limitan pero también posibilitan su desarrollo y la concreción de sus creaciones. Para Perrín (2021) esas fronteras simbólicas componen todas las imágenes, formas, usos, acciones, interacciones, pensamientos, concepciones, valores, normas y hasta sentimientos, que son límites imaginarios y regularizados, construidos en torno a los objetos, edificios, espacios, personas, urbes o sociedades.

En esta dirección Reséndiz (2014) se atreve a proponer ocho fronteras que condicionan, y dentro de las que actúa la arquitectura, desde las que es deber estudiar la arquitectura y sus actuaciones, con todos sus efectos.

 

Frontera Urbana

Intervención artística cerca a la frontera con Estados Unidos (Ciudad Juárez, México)
Fuente: archdaily.co

Para Reséndiz es importante la relación constante que existe entre el territorio, los objetos que lo componen y los procesos para llegar a consolidar una sociedad urbana, más aún porque son estos procesos los que pueden afectar, para bien o para mal, el desarrollo de las ciudades. Invita a centrar la atención en los centros históricos puesto que quizás sean los que más resulten afectados en tanto que se enfrentan al riesgo de perder valor histórico y cultural por procesos de gentrificación, intervenciones de renovación, rehabilitación de edificios emblemáticos o incluso su destrucción total, para levantar nuevas edificaciones en el propósito de sacarle mayor provecho al uso del suelo y obtener un mayor lucro, en la lógica de acumulación del capital.

Anota que este fenómeno estrangula las relaciones sociales y sepulta los patrimonios históricos de las sociedades, provocando una pérdida de identidad ciudadana, por lo que para comprender a la ciudad se hace necesario comenzar por entender a la sociedad urbana que la habita sumado a las barreras a las que se enfrenta cotidianamente.

De otro lado, propone la reflexión en torno a la dicotomía ciudad-ruralidad, como un asunto de atención central haciéndose necesario hablar de centro-periferia como un objeto de estudio que debería ser integrado al conocimiento de la compleja realidad urbana, más aún porque la ciudad representa un todo, es donde todo se puede mezclar y ella se hace autosuficiente por sus propios medios, generando una segregación con respecto a espacio rural. Advierte que cuando las ciudades segregan sus servicios separándolos completamente, suelen ser ciudades disfuncionales terminando por depender de otros sistemas, verbigracia el automotor, reduciendo así las libertades, aumentando los controles y automatizando la vida social.

Finalmente sugiere que la solución no debe partir solo de concebir la política urbana y sus equipamientos, sino desde la organización social, y no desde arriba, sino desde abajo, por lo que «la transformación de la ciudad debe partir de lo que existe y tomando en cuenta a los que existen».

 

Frontera Pública

Los pueblos Le Perthus y Els Limits coexisten sobre la frontera entre Francia y España.
Fuente: fronterasblog.com

Es el espacio público, al que se refiere Don Mitchell (2003), referido por Reséndiz, afirmando que «lo que hace a un espacio público, no es solamente su carácter predestinado de ‘público’. Más bien, para satisfacer una inminente necesidad, ciertos grupos con otros, ocupan un espacio y a través de las acciones desempeñadas en él, lo establecen como público»

Parafraseando a Reséndiz, es acertado afirmar que el espacio público, materialmente considerado, es un conjunto de variados elementos materiales verbigracia calles, avenidas, aceras, parques, plazas, fuentes, esquinas, etc., y desde lo ontológico, puntos de encuentro, puntos históricos, y de reconocimiento emplazados en un espacio físico y material donde se desarrolla la memoria colectiva y el sentido común.

En consecuencia, la cualidad y calidad de la habitabilidad -ocupación, disfrute- de este espacio -material y ontológico- depende de muchos factores, incluso subjetivos, en lo que un gobierno local y la participación de los habitantes de la zona, son los actores determinantes de su transformación, lo que supone un dialogo constructivo entre poder local y ciudadanía, asistido por arquitectos y otros profesionales -antropólogos, geógrafos, sociólogos, historiadores, recreacionistas, ingenieros, restauradores, cultores, etc.-.

 

Frontera Creativa

Niños Embera realizan una danza tradicional (Bogotá, Colombia)
Fuente: radionacional.co

Según Reséndiz, diversos estudios -incluso suyos- indican que las diferentes formas de apropiación del espacio público y sus funciones implícitas, en un marco social, se desarrollan de manera efímera e itinerante, por lo que el espacio público es lo que construye la parte más importante de la urbe, vale decir, sus formas efímeras de apropiación y ocupación, que es lo que lo hace cambiar y evolucionar.

De esta manera el espacio público teje las redes de la ciudad impactando de manera determinante los diversos aspectos de la vida urbana, lo que resalta la importancia de su cualidad de efímero, pues de ello se desprenden diversidad de representaciones en constante re-evolución, que invita a su vez a la expresión de la creatividad tanto de la misma ciudadanía como de otros actores -artistas, cultores, restauradores, etc.- que coadyuvan a esa dinámica. Ello es así porque por ejemplo, una calle puede ser distinta todos los días -aun persistiendo su rigidez física o material- dependiendo de la gente que transita o actúa, o de las actividades se llevan a cabo en ella.

Reséndiz subraya que el espacio público es en definitiva un laboratorio de expresiones efímeras con todo lo que ello implica, gente, testimonios, ocupaciones, episodios, arquitectura, instalaciones, diseño, medios etc., todos expresando espacios e ideas de manera itinerante.

 

Frontera Social

Subibajas ubicados en el muro fronterizo entre México y Estados Unidos, de los arquitectos californianos Ronald Rael y Virginia San Fratello.
Fuente: archdaily.co

Esta frontera se da por la dinámica de los fenómenos sociales que cotidianamente se manifiestan en la urbe tanto en el espacio privado como en el espacio público, en el que el hábitat juega un papel determinante en las tensiones que puedan surgir también entre sectores o clases sociales, derivado por ejemplo del comportamiento de las personas en situación de pobreza y como estas se obligan a seguir una estrategia para conseguir un refugio, o en otras ocasiones por simple necesidad, diseñan un habitáculo para refugiarse generando asentamientos irregulares.

En un sistema socioeconómico como el que impera la aspiración de contar con un refugio, de por demás utópica, se ha convertido en un derecho casi que imposible de materializar: «Todas las personas en el mundo, tienen derecho a un hábitat», pero ya no de calidad. Refiere a Jordi Borja que en conferencia dictada en la UNAM, México, expresó: «Tanto los ricos como los pobres pueden vivir por debajo de un puente, la diferencia es que los ricos no aprovechan este derecho a la ciudad».

Y aquí es donde se entra a cuestionar tanto el papel de los arquitectos como del Estado. A los primeros, en tanto que influenciados por la postura económica neoclásica, han asumido la construcción de vivienda social como un negocio y no como un servicio social, como debe ser. Y respecto del segundo, por su incapacidad política para cumplir universalmente con esta finalidad que al ser social y de interés público, debería asumir con determinación.

Y aquí surge la otra realidad y conflictividad social, la de la segregación y la discriminación, cuando esa población pobre no puede acceder a una vivienda y se ve obligada a acudir al mobiliario y espacio urbano para prodigárselo, incluso de manera temporal. Igualmente, es aquí entonces donde se expresa la otra frontera de la arquitectura, que le impone una obligación social más allá de la finalidad de lucro, como contribución al desarrollo armónico de las urbes.

Dada la importancia del tema y la amplitud del mismo, en una segunda entrega se agotará la temática, en subsiguiente publicación.

Representación de un puente-museo fronterizo entre Ciudad Juárez (México) y El Paso (Estados Unidos), idea del arquitecto mexicano Fernando Romero.
Fuente: arquine.com

 


Referencias

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